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¿Por qué las smart grids son clave para el futuro energético de América Latina?
- Al reducir pérdidas, integrar renovables y optimizar el uso de la energía, esta tecnología se posiciona como una herramienta crítica para alcanzar los compromisos de sostenibilidad en la región.
La transformación del sistema eléctrico ya no es una aspiración del futuro: es una urgencia del presente. En un escenario global marcado por la creciente demanda energética, la integración de fuentes renovables y la necesidad de reducir drásticamente las emisiones de carbono, las redes eléctricas inteligentes o smart grids emergen como un pilar fundamental en la construcción de un modelo energético eficiente, resiliente y sustentable.
Estas tecnologías representan una evolución tecnológica que permite digitalizar y automatizar el sistema de distribución eléctrica, integrando sensores, plataformas de análisis de datos, comunicación bidireccional y control remoto en tiempo real. Su implementación revoluciona la manera en que se produce, distribuye y consume la energía, con beneficios tangibles tanto para las empresas distribuidoras como para los consumidores finales.
De acuerdo con el informe Benchmarking Smart Metering Deployment in the EU-28, elaborado por la Comisión Europea (2020), el uso de contadores inteligentes —una de las piezas clave en la arquitectura de las smart grids— puede reducir el consumo energético hasta en un 8,9%. En paralelo, un estudio del gobierno del Reino Unido estima que cada hogar podría ahorrar cerca de 300 USD anuales al migrar a sistemas inteligentes de monitoreo y gestión del consumo eléctrico.
UNA RESPUESTA A LAS PÉRDIDAS ESTRUCTURALES DE LA REGIÓN

La necesidad de modernizar las redes eléctricas es particularmente urgente en América Latina, donde las pérdidas derivadas de infraestructura obsoleta, robos de energía y errores de facturación alcanzan niveles críticos. De hecho, de acuerdo con el informe “Economía de las pérdidas de electricidad en América Latina y el Caribe”, publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en 2023, la región presenta un promedio de pérdidas del 17%, la cifra más alta a nivel global. El costo anual derivado de las pérdidas eléctricas para las empresas distribuidoras fluctúa entre US $9.6 y US $16.6 mil millones anuales, lo que equivale al 0.19% y 0.33% del PIB de la región respectivamente.
Frente a este escenario, la digitalización de la red eléctrica a través de la implementación de redes inteligentes es clave ya que permite detectar fugas, robos o ineficiencias de manera temprana mediante sensores, automatización y plataformas de análisis en tiempo real. Al respecto, Víctor Paredes, director de Power System para Chile, Perú y Bolivia de Schneider Electric, explica que “no solo optimizan el uso de los recursos energéticos, sino que también permiten una mejor integración de fuentes renovables, reducen los costos operativos y mejoran la continuidad del suministro”.
En línea con estos objetivos, Schneider Electric -líder global en automatización y gestión eficiente de la energía- ha sido uno de los principales impulsores de esta transformación en América Latina. La compañía ha desarrollado soluciones de última generación que convierten redes eléctricas convencionales en plataformas inteligentes, a través de tecnologías como sensores avanzados, software de control remoto, automatización de subestaciones y sistemas de análisis predictivo.
“Estas herramientas no solo permiten gestionar el sistema eléctrico en tiempo real, sino que también mejoran la toma de decisiones estratégicas, reducen los tiempos de respuesta ante contingencias y facilitan una integración más eficiente de energías renovables”, explica Paredes.
La implementación de redes inteligentes también responde al compromiso de los países latinoamericanos con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. En particular, estas soluciones contribuyen directamente al Objetivo de Desarrollo Sostenible número 7, que busca garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos. Además, apoyan el ODS 13, al promover acciones concretas contra el cambio climático mediante la reducción de emisiones del sector energético.
Para avanzar en esta transformación energética se requiere de tecnología innovadora pero también marcos regulatorios actualizados, inversiones sostenidas y colaboración entre gobiernos, empresas y consumidores.