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Pensar en grande es el verdadero desafío del emprendimiento en Chile

  • Por María Luisa Lozano, emprendedora y CEO de EMMA Energy. //

María Luisa Lozano, emprendedora y CEO de EMMA Energy.

Hace poco, se dio a conocer la cifra sobre el retorno a través de impuestos, de lo invertido por Corfo: 1.6 veces. ¿Es suficiente? No, es una cifra muy baja, si pensamos que detrás de eso hay dos realidades: pocas startups realmente logran crecer y consolidarse; y las que sí lo hacen, lo están haciendo principalmente con base en el extranjero.

Hablar de emprendimiento no es sólo hablar de creación de empresas. Es hablar de futuro, innovación y crecimiento económico. Sin embargo, cuando se trata de startups —emprendimientos de base tecnológica o con alto potencial de escalamiento— la conversación debe ir más allá de la lógica local. Una startup, por definición, debe ser una empresa con potencial global o, al menos, regional. Apoyarlas requiere entender esto desde el primer día.

Chile es un mercado pequeño y relativamente aislado. Por eso, aunque las startups deben probar sus modelos y crecer inicialmente aquí, su mirada tiene que estar puesta en los mercados internacionales desde etapas tempranas. La prospección, el conocimiento de nuevos ecosistemas y la creación de redes globales no son pasos opcionales: son requisitos para sobrevivir y escalar.

Pero, para que esto ocurra, es indispensable contar con un ecosistema de financiamiento diversificado. Hoy sigue faltando una mayor articulación entre instituciones públicas, que deberían enfocarse en las etapas más tempranas, y la atracción de fondos privados, que deberían acompañar el crecimiento y la internacionalización.

La llegada de fondos extranjeros, provenientes de ecosistemas más sofisticados, podría cambiar radicalmente el escenario: no sólo en los montos disponibles, sino también en la mentalidad y ambición de las startups. Sin embargo, es importante enfatizar que el capital, aunque fundamental, no basta por sí solo. Para que una startup escale con éxito, debe existir también una base sólida: una necesidad clara en el mercado, una solución bien diseñada y un momento adecuado. El financiamiento debe venir junto con acompañamiento estratégico, redes, conocimiento sectorial y una cultura que tolere el riesgo y aprenda del error.

Si de verdad queremos que el emprendimiento innovador impacte en el crecimiento económico y se convierta en política pública prioritaria, es urgente una mejor coordinación entre los distintos actores. Resulta increíble que Corfo, pese a haber avanzado en la evaluación de proyectos con lógica más cercana a la de una startup, mantenga procesos de ejecución rígidos y poco ágiles, que le quitan la flexibilidad necesaria para probar, ajustar y ejecutar o ProChile no cuente con los recursos suficientes para promover startups en mercados extranjeros, limitando la cantidad de este tipo de empresas que puede participar en actividades internacionales.

Hablando de flexibilidad para utilizar el financiamiento público, hoy, por ejemplo, los emprendedores deben esperar semanas o incluso meses para obtener respuestas sobre modificaciones presupuestarias, o justificar con anticipación y al detalle cada viaje considerado en sus planes, aun cuando ya esté contemplado dentro del proyecto. Esta falta de flexibilidad va a contrapelo del ritmo con que se mueve una startup, donde las decisiones deben tomarse rápido y con foco en la oportunidad.

Frente a este escenario, hoy debemos reflexionar que, si queremos startups globales que transformen nuestra economía, necesitamos un ecosistema de apoyo que también piense en grande. Salgamos a vender desde Chile y atraigamos las inversiones necesarias para hacerlo.

¿Qué tal si nos convertimos en el siguiente polo de innovación y desarrollo Tech?

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