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Las 3 dimensiones de la transición energética

Por Mariana De Pablo Directora Ejecutiva de Accenture Chile


Mariana De Pablo Directora Ejecutiva de Accenture Chile

Como todos sabemos, la transición energética es un gran desafío hoy en día, sobre todo para la industria de Energía. ¿Cómo abordar este reto de forma efectiva? Desde mi punto de vista, hay dimensiones fundamentales: el desarrollo y crecimiento económico; la seguridad y acceso a la energía; y la sostenibilidad ambiental. Aspectos clave para lograr una transición energética mundial factible y duradera en el tiempo.

En la primera dimensión, el desarrollo y crecimiento económico, sabemos que el camino hacia la transición energética irá inevitablemente de la mano con las crisis de abastecimiento energético que hay en la actualidad, lo que llevará a tener efectos indirectos en el crecimiento económico y el costo de la vida.  Por lo tanto, es necesario contar con mecanismos de apoyo eficaces para proteger a las poblaciones y empresas más vulnerables. La asequibilidad energética es fundamental para el crecimiento económico y la justicia social, elementos clave para lograr mantener el impulso de la transición energética.

Los diferentes sucesos ocurridos en los últimos años han significado un importante reto para las economías nacionales y los sistemas energéticos. Si bien, en el año 2020, gracias a las restricciones relacionadas a la pandemia, hubo un fuerte descenso de la demanda energética en todo el mundo y una gran reducción de las emisiones de CO2, un panorama muy diferente se vivió en el año 2021, en donde experimentamos un rápido repunte en la demanda de productos y servicios. Además, hubo una fuerte recuperación económica mundial, hecho fuertemente relacionado con la demanda global de electricidad y petróleo, la cual superó rápidamente los niveles prepandémicos, teniendo como consecuencias precios más elevados.

Estos desequilibrios entre oferta y demanda continuaron hasta llegar al año 2022, con precios de la energía que lograron mantenerse en niveles récord. Este aumento en los precios se convirtió en un factor adicional, que fomentó la inflación de otros sectores. Si bien, las economías emergentes y en desarrollo se ven desproporcionalmente afectadas por la inflación, son las en desarrollo las que se ven más afectadas gracias al impacto acumulativo, en donde los precios se mantienen elevados por una mayor cantidad de tiempo, lo que significa otra preocupación para la equidad y justicia de la transición energética.

Para ayudar a alcanzar la asequibilidad energética, es necesario fomentar la resiliencia en los sistemas energéticos en transición para mitigar los efectos adversos de la volatibilidad existente en pequeñas y medianas empresas, consumidores y hogares más vulnerables. Los acontecimientos ocurridos en los últimos años nos muestran la necesidad de una transición energética que ayude a garantizar la asequibilidad de la energía, al mismo tiempo que se busca alcanzar los objetivos de la sostenibilidad.

La segunda dimensión se trata de la seguridad y el acceso a la energía. Los riesgos de escasez energética resultantes de la rápida recuperación económica y de la guerra en Ucrania, sumado a los altos precios de la energía, han obligado a replantearnos las prioridades de la seguridad energética. Una forma de que los países refuercen la seguridad energética es diversificando sus socios importadores de combustible a corto plazo y, además, diversificando su combinación energética con alternativas bajas en carbono, para así, mejorar la eficiencia a largo plazo.

Es importante tener presente los mercados energéticos integrados a nivel mundial que existen hoy en día, ya que obligan incluso a los países ricos en recursos a depender de las importaciones. Por lo tanto, la independencia energética completa no es factible a corto plazo. Muchos países no se ven beneficiados por las dotaciones de recursos energéticos naturales para satisfacer sus necesidades energéticas o son incapaces de explotarlos. Por lo tanto, el reto de la seguridad energética en estos países es doble, por un lado, tenemos la insuficiente diversificación de su combinación energética y, por otro, la insuficiente diversificación de socios de importación de energía.

Once de las 34 economías avanzadas dependen de sólo tres socios comerciales para más del 70% de las importaciones de combustible de su economía. Del mismo modo, 10 países emergentes de Asia, 8 de Europa, 27 de América Latina y el Caribe y 26 del África subsahariana dependen en gran medida de sólo tres países para la mayoría de sus importaciones de combustible. Esto provoca que sean países de riesgo, ya que sus cadenas de suministro de energía podrían verse afectadas por fenómenos climáticos adversos o escasez de suministro o por motivos geopolíticos. La poca diversidad en las importaciones crea un sistema energético poco eficiente para hacer frente a las interrupciones del suministro de un determinado socio, lo que podría llevar a un problema de seguridad nacional.

Finalmente, la tercera dimensión es sobre la sostenibilidad ambiental. Además de apoyar las ambiciones de sustentabilidad, las medidas integradas del lado de la demanda para mejorar la eficiencia energética también pueden ofrecer dividendos en materia de seguridad. El esfuerzo por parte de los gobiernos y las empresas por reducir su dependencia de los combustibles fósiles es fundamental, sin embargo, también lo es el “deber cívico” de la ciudadanía con respecto al uso de la energía. Incorporar hábitos de consumo energético más eficientes en la sociedad es un factor clave para la transición energética.

En los últimos años se ha acelerado el impulso mundial en la transición hacia sistemas energéticos más sostenibles, con una expansión récord de la capacidad de la energía solar fotovolcánica y eólica. Por primera vez en la historia estas energías combinadas llegaron a generar un 10% de la electricidad mundial. Además, las fuentes de energía con bajas emisiones de carbono, como la solar, la eólica, la hidráulica, la nuclear y la bioenergía, combinadas, generaron el 38% de la electricidad mundial en 2021, superando al carbón.

Los retos derivados de la dependencia de los combustibles fósiles se han intensificado debido a la guerra en Ucrania, reforzando la decisión política y popular de acelerar el ritmo de la transición a la energía limpia.

Una combinación de políticas adecuadas, infraestructuras y tecnologías eficientes, pueden ayudar a conducir a una reducción del hasta el 70% de las emisiones de carbono hacia el año 2050. Un buen comienzo para alcanzar ese objetivo es avanzar en los tres ámbitos recién expuestos.

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