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¿Está retrocediendo el financiamiento para la acción climática?
- Por María Luisa Lozano, CEO de EMMA Energy. //

Desde hace un tiempo que vengo siguiendo de cerca la relación con las metas de acción climática, léase descarbonización, los avances globales y la relación que todo esto tiene con la banca. Sí, con la banca, porque como todos sabemos, el dinero para las inversiones no crece en los árboles y aunque una empresa (incluso un gobierno), destine parte de sus recursos a reinversión, la realidad es que, para hacer más dinero, se necesita una fuente de dinero.
¿Qué tiene que ver todo esto con la descarbonización, las metas climáticas, o incluso con los ODS? Simple: Desde hace un tiempo, los bancos orientados a las grandes inversiones corporativas – no los que nos prestan plata para comprar una casa o financiar las vacaciones, sino que, esos que multiplican el dinero que les prestan-, estaban exigiendo ciertos compromisos ambientales, especialmente de descarbonización a sus clientes. Es más, como nunca, existían tasas de interés preferenciales para proyectos que pudiesen no sólo comprometer, sino que demostrar el cumplimiento de esos compromisos.
Fue así como los reportes de sustentabilidad pasaron a ser una declaración de buenas intenciones a mostrar cifras de resultados con reducciones de emisiones, uso de energía e incluso se empezó a evaluar el “desempeño” social, tanto dentro, como fuera de las empresas.
Todo esto auguraba una era verde apalancada por aquellos que tenían los recursos para hacerlo posible. Los llamados “proyectos verdes” empezaban a avanzar en el ranking de inversiones y muchos creíamos que las metas de reducción de emisiones, aquellas que permitían cumplir el Acuerdo de París de no aumentar en más de 1.5°C la temperatura media del planeta, se iban a cumplir de manera anticipada, porque la asignación de recursos les era favorable.
Esa creencia hoy está en peligro. Hace poco un artículo publicado en el medio Sustainability Magazine sobre por qué los bancos estaban retrocediendo en sus compromisos climáticos llamó mi atención, por el tema y también, porque me dio la impresión de que nadie más estaba hablando de esto tan importante. Qué fue lo que pasó: primero la Net Zero Banking Alliance (NZBA), parte de la Glasgow Financial Alliance for Net Zero (GFANZ), cambió su compromiso inicial de limitar el calentamiento a 1.5 °C, a un objetivo mucho más amplio: “limitar el aumento de temperatura muy por debajo de 2 °C”.
Grandes bancos, como JPMorgan, Bank of America y Goldman Sachs han salido de la NZBA, principalmente por preocupaciones sobre limitaciones legales y regulatorias, así como por la presión política que enfrentan en sus países, especialmente en Estados Unidos. Mientras, otros bancos han abandonado la alianza en protesta por la reducción de compromisos, lo que disminuye los activos de la alianza, o sea, menos dinero disponible.
¿Podríamos decir que los grandes bancos están siendo precavidos frente al escenario político-social actual? Posiblemente sí. ¿Podrían existir otras razones? Por supuesto, el tema de la regulación y la transparencia es algo que debemos tener presente. ¿Qué tipo de indicadores se deben presentar? ¿Cómo demostramos los resultados? ¿Qué tipo de respaldos serán requeridos para verificar estos datos? Y no menos importante ¿quién asegura que lo que estoy demostrando es verídico?
Estas son en realidad preguntas que, desde siempre, han enfrentado las iniciativas de descarbonización, eficiencia energética o gestión hídrica, por nombrar algunas. Lo que al final se resume en ¿cómo aseguramos que esta iniciativa es rentable para la empresa y también, cumple con X compromiso ambiental?
Debo reconocer que la primera vez que leí el artículo sobre la banca y este cambio en sus compromisos, sonaron en mi cabeza mil alarmas, pero en vez de caer en depresión porque la inversión podría retroceder, me atrevo a preguntarme ¿qué podemos hacer para dar esa confianza? ¿Será que la respuesta está en cómo usamos tecnología para esto? Tecnología independiente, sin sesgos y que asegura transparencia.
Definitivamente, no es el fin del mundo sustentable que soñamos, sino que una oportunidad para el sector privado de establecer esa transparencia y trazabilidad que la banca requiere para dar seguridad tanto a sus inversiones, como a los compromisos climáticos.