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DEL PETRÓLEO AL GAS: Ha muerto el Rey ¡Viva el Rey!

Por
José Castreje Olveira

Energy Consultant and Writer

Citando a Heráclito de Éfeso “Todo cambia, nada es”.

Llevar a cabo cualquier análisis, haciendo abstracción del contexto temporal donde ocurren los hechos, suele conducir a errores de fondo pues, si las premisas son falsas, las hipótesis serán absurdas, las tesis carentes de sentido y, por lo tanto, las conclusiones ausentes de certeza. Cualquier acontecimiento importante que altere el estatus quo, si dura días, semanas y hasta meses, suele considerarse un hecho coyuntural más, pero, si perdura por años pasa a otra categoría, la de un cambio estructural.

A la humanidad le tomó decenas de miles de años inventar el primer lenguaje escrito, miles más inventar el telégrafo y apenas dos siglos después se comunica instantáneamente, de forma escrita oral y visual, con cualquier parte del planeta. Durante muchos miles de años la fuerza motriz fue provista por humanos y animales hasta el siglo XIX cuando la máquina de vapor entró en firme en escena y en apenas un siglo después la humanidad llegó a la Luna. Estos son sólo dos ejemplos del cambio acelerado que ha experimentado y está experimentando, hoy más que nunca, la humanidad.

Este proceso de cambio acelerado está sucediendo, prácticamente, en cualquier proceso que consideremos y sí, también, al parecer, en las fuentes de energía. Durante miles de años la madera (leña) fue la fuente de energía primaria dominante, a finales del siglo XIX el carbón la destronó y solo un siglo después el petróleo tomó el relevo como combustible dominante, hoy, pocas décadas después, se prevé que el gas natural lo reemplazará en el liderato en solo pocos años. Sin duda, un proceso, también, de cambio acelerado. Pareciera haber una causa subyacente que mueve a la humanidad a cambiar hacia fuentes de energía cada vez menos groseras, más magras, más sutiles: de sólidos a líquidos, a gases, a ¿renovables?

Indudablemente, el leitmotiv reconocido que impulsa la actual transición energética es el cambio climático, representado por el aumento de temperatura media global y atribuida al incremento de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera. Las mediciones hechas por la NASA de la evolución de las concentraciones de CO2  tanto en la atmósfera como en núcleos de hielo, concluyen que el incremento de las mismas se debe a actividades humanas, antropogénicas, al tiempo que eximen, de forma determinante, a la madre naturaleza.

La fuente principal de emisiones de CO2, icono de los GEI, es la producción de energía, a la cual se le atribuye más de 80% del total, a su vez, la producción de energía ha venido creciendo a ritmo acelerado, exponencial, dominada en más de 90% por los combustibles fósiles (CF).

Vista la concatenación de hechos, nada puede extrañar que el foco del combate contra el calentamiento global se centre en reemplazar los CF por fuentes alternas de energía, menos contaminantes.

Otro síntoma que puede presagiar el próximo fin del petróleo, como fuente de energía primaria dominante, es el errático comportamiento de sus precios. Durante la mayor parte de la era petrolera los cambios fueron someros, comparativamente, casi imperceptibles. A partir de 1973, la tasa de cambio experimentó un salto cualitativo y en lo que va de siglo la volatilidad de precios se aceleró notablemente, exponencialmente.

Ante estos acontecimientos, la norma ha sido buscar sus causas, aunque solo fueran aparentes y conformarnos, confortarnos tal vez, con que, una vez pasen -y pasarán-, todo vuelva a la normalidad. Sin embargo, después de casi medio siglo de fluctuaciones espasmódicas de precios nunca antes vistas, tal vez, sus causas tiendan más a estructurales que a coyunturales.

Las razones esgrimidas para explicar las fluctuaciones de precios durante el último medio siglo son muchas y variadas, todas ciertas, pero, quizás, solo causas que, a su vez, sean consecuencia de otras más fundamentales. Sin duda, hechos, como el embargo petrolero árabe, la guerra de Irán-Irak, las dos guerras del Golfo y otros conflictos en Medio Oriente, las crisis financieras y sanitarias, etc. han tenido gran impacto sobre los precios del crudo durante el último medio siglo. Sin embargo, otros hechos, tanto o más traumáticos, como: la Primera Guerra Mundial, la pandemia de gripe de 1918, la gran crisis financiera de 1929, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, las guerras de Corea y Vietnam, por citar algunos ocurridos previamente, no tuvieron tamaños impactos sobre el mercado petrolero. Pareciera ser, que los precios del crudo hubieran gozado de una portentosa “inmunidad” ante los acontecimientos mundiales, por traumáticos que fueran, y que tal privilegio haya tenido fecha de caducidad a comienzos de la década de 1970, con el embargo petrolero árabe como detonante, poniéndole fin al armisticio.

Tal vez, hoy estemos ante un suceso de mayor envergadura, uno en el cual, como la fiebre a la enfermedad, el comportamiento de los precios del crudo sea la manifestación de una causa más profunda: el fin de la era petrolera, ratificando el proceso de cambio acelerado de fuentes primarias de energía.

Ante el más que probable declive del petróleo, se plantea la pregunta de quién lo reemplazará. La respuesta más plausible es: el gas natural, al menos, mientras las energías limpias, renovables, aún parte marginal del mix de energías se desarrollan.

El gas es un combustible probado durante décadas, sus procesos de extracción y utilización son bien conocidos y produce un 30% menos de CO2 que los derivados del petróleo. La  Agencia Internacional de Energía, IEA, prevé que el gas destrone al petróleo a mediados de esta década e incremente su demanda hasta mediados de la próxima, en detrimento de carbón y petróleo, los cuales, a su vez, experimentarían pronunciadas caídas.

Las señales parecen indicar que el reinado del petróleo está próximo a su fin, sin llegar a desaparecer, como le sucedió anteriormente a la madera y al carbón.

La siguiente gráfica (Fuente: DNV GL), muestra la evolución pasada y futura previsible de las fuentes de energía primaria, en ella puede observarse el avance del gas en desmedro de petróleo y carbón.

 

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